miércoles, 9 de mayo de 2007

SANTIAGO SIERRA, COMPROMISO Y RIGOR ARTÍSTICO

PUBLICADO EN DESCUBRIR EL ARTE, JUNIO 2007

Todo el arte que resulta incómodo por su planteamientos estéticos o conceptuales ha sido calificado como maldito o degenerado por todos los que se han sentido atacados desde puntos de vista tan dispares como el estético, el cultural, el religioso, el moral, el social o el político. Ese ejercicio del pasado basado en la demonización del arte no ha sido una exclusiva de los sistemas dictatoriales sino que aún hoy, en las civilizaciones de carácter democrático, aún se mira con recelo y rechazo toda manifestación artística que pone en solfa la placidez burguesa y el equilibrio consensuado del “no pasa nada mientras no me afecte”. Aún existe un sector de la sociedad muy conservador que piensa que todo lo que es capaz de revolver o conmover las conciencias debe ser inmediatamente neutralizado. El arte para ellos no puede tener conciencia sino sólo estética, no debe ser comprometido sino sólo descriptivo, no puede tomar partido por las situaciones o la ideas sino que el arte ha de mantenerse al margen de las lacras y las vergüenzas sociales. Pero cada vez hay más artistas capaces de hacer de su manifestación artística un altavoz que permita llegar sus reflexiones hasta las conciencias más tranquilas. Nombres como Sirin Neshat, Paul McCarthy, Raymond Pettibon, Jason Rhoades, Tracey Emin, Mike Kelly o Santiago Sierra han elegido un estilo de arte que implica sus propias conciencias personales. Es un tipo de arte comprometido y solidario que, si bien ha surgido normalmente en culturas más avanzadas y acomodadas, ha optado por denunciar las injusticias del mundo, poniendo muchas veces de manifiesto la realidad tal cuál es, sin matices ni envoltorios.

La polémica ha acompañado habitualmente es este tipo de artista y especialmente a Santiago Sierra, quien sin duda alguna, nunca la ha buscado como último objetivo de su trabajo. Muy al contrario, su manera de entender cada proyecto implica un gran nivel de disciplina y compromiso, no sólo en el terreno de conceptual sino también en el estrictamente técnico y formal. Es en este sentido, un artista que agradece las opiniones, que le preocupa la respuesta del público y de la sociedad, que le interesa trasmitir con exactitud sus pretensiones, intenciones y preocupaciones para evitar entendidos erróneos, que atiende siempre a la visión de una idea global, de una exposición en su conjunto, de un proyecto coherente, nos habla de un tipo de artista comprometido no sólo de una forma vivencial y conceptual con su idea del arte sino también con su idea de la estética y de la materialidad de cada uno de sus proyectos artísticos.

Hay dos aspectos que aglutinan la práctica totalidad de la obra de Santiago Sierra. El primero debe entenderse en el contexto, anteriormente citado, del compromiso social con una notable presencia del body-art como vehículo más utilizado por el artista para plantear este tipo de temas, y el segundo, que nunca olvida del todo aquel compromiso, tiene una aguda intención minimal que conecta su trabajo con artistas como Robet Morris, Sol LeWitt, Donald Judd, Richard Serra o incluso Joseph Kosuth.

Son innumerables las acciones e instalaciones que Sierra ha realizado para denunciar situaciones de violencia, pobreza, marginalidad, emigración forzosa, etc. Siempre busca en estas situaciones generar una situación límite, aunque artificial, que evidencie formal y escenográficamente su idea. El concepto del límite entendido unas veces como frontera geográfica y otras como punto final de lo permitido y lo permisible, ha sido ampliamente explorado por Sierra. Su último trabajo se está realizando en Ciudad Juárez, donde las mujeres han sido asesinadas por centenares con total impunidad. Allí también ha molestado más su arte y su denuncia que el propio hecho denunciado y nuevamente allí se ha reprimido su libertad de expresión y creación, censurando su última acción. Pero esta situación ha sido habitual en su trayectoria. Todas las inquisiciones se han puesto alerta cuando saben de su llegada a una zona caliente o su proximidad a temas intocables e incómodos como el exterminio de los judíos en Alemania, la imagen estereotipada que, desde la Europa occidental, tenemos de los rumanos como los pobres que siempre piden limosna, la violencia extrema y gratuita en México donde la noche de año nuevo se celebra con decenas de miles de disparos que acompañan toda la noche, la situación de los emigrantes en el mundo occidental donde han pasado de vender sus artesanías locales a vender copias de objetos de lujo o donde se confunde el papel y el rol del emigrante con el del nativo que empieza muchas veces a preocuparse porque el número de emigrantes es mayor que el propio suyo y pueden cambiar el ritmo de los acontecimientos y de las normas, etc. Y ello lo ha realizado con performances duros y ácidos que pretenden que las conciencias no descansen ante el hecho artístico. Contratando personas por unos dólares, en calidad de extras, ha pintado al pelo de amarillo en la Bienal de Venecia a decenas de emigrantes, a puesto contra la pared a un grupo de desempleados ingleses durante horas como si estuviesen castigados, también frente a la pared a puesto a decenas de alemanes para que paguen su actitud permisible con los nazis, en Viena y ante un considerable aumento de la extrema derecha, ha situado a 30 trabajadores seleccionados sólo por el color de su piel, en la costa de Cádiz hizo excavar 3000 tumbas por emigrantes que habían cruzado el Estrecho de Gibraltar para poner de manifiesto la cantidad de muertes que genera las diferencias y la pobreza, tatuó una “raya” en la espalda de varias prostitutas adictas a la heroína por 12.000 pesetas o filmó la masturbación de diez personas en la Habana por 20 dólares.

Sus obras de carácter minimalista no son estéticamente elegantes como lo pudieran ser las de Judo sino que heredan del minimal su componente industrial y tecnológico pero con una apariencia absolutamente povera. No le interesa la estética final sino el mensaje y proceso. En este sentido tapió la entrada del Pabellón de España en la Bienal de Venecia (donde sólo se podía acceder mostrado el DNI español), iluminó sutilmente un escudo preconstitucional en el Antiguo Mercado de Mayoristas de Málaga (ahora Centro de Arte Contemporáneo), llenó al límite de la resistencia la kunsthaus de Bregenz con 300 toneladas de bloques de construcción, en el estudio de Blume metió un contenedor vacío, iluminó un edifico en México abandonado y donde viven indigentes y lo tituló “Belén”, diez trabajadores mejicanos movieron durante horas 24 bloques de cemento continuamente en el ACE Gallery de Los Ángeles, etc.

Nada pasa inadvertido pero nada es por casualidad. Santiago Sierra podrá ser acusado de frívolo o provocativo por algunos pero nadie puede dudar de su honorabilidad, su compromiso y su rigor artístico.

Fernando Francés