miércoles, 9 de mayo de 2007

COLECCIONAR ARTE CONTEMPORÁNEO, UN SÍNTOMA DE VIDA SALUDABLE

EMITIDO EN CADENA SER

La demagogia es una costumbre verdaderamente generalizada en la vida social y política de todas las sociedades posteriores a la Revolución Francesa que no poseen argumentos coherentes, ideas o proyectos y, por tanto, especialmente de las que no han tenido o aún no tienen análisis crítico. Son las culturas sin criterio las incapaces de pensar en planteamientos de futuro, en visionar cómo debe ser la herencia que debe dejarse a las futuras generaciones. La mediocridad de las sociedades se mide, en cierta manera, por su capacidad de diseñar el futuro y no sólo por añorar el pasado. Defender que “cualquier tiempo pasado fue mejor” es una posición melancólica y conservadora pero además es una medida cobarde. El riesgo y la aventura está en la conciencia de compromiso con el mañana y también en la capacidad de equivocarse. Es una situación muy semejante al efecto directo de la ignorancia: no dar pasos porque no se conoce la dureza del suelo, no elegir riesgos para no evidenciar nuestras propias limitaciones. Esto mismo es aplicable no sólo a las sociedades sino también a los individuos y a los grupos incluidos entre éstos a los pólíticos. Aquellos que no digieren un tipo de pensamiento o de arte lo ignoran o aún peor lo desprecian. Pero sin embargo ese rechazo sólo pone de manifiesto sus limitaciones y su nivel de ignorancia.

Los ámbitos del pensamiento y la cultura, especialmente el arte y de éste el contemporáneo, son los territorios en los que más se agudiza esa demagogica que predica, con todo tipo de argumentos chabacanos y muchas veces ridículos, sobre lo que se desconoce y por tanto sobre lo que se teme. El miedo es una respuesta lógica al temor por lo desconocido y es también algo que se asimila a la ignorancia y al complejo de limitación cultural. Estos factores suelen producir en tales individuos o sociedades efectos opuestos a los de la prudencia. Cuanto menos se asume la propia limitación cultural o intelectual, con más dureza se ataca lo que se desconoce: el ejercicio del disfraz. En la misma proporción que los responsables políticos y culturales que no asimilan el reconocimiento y el éxito ajeno de lo que no entienden o de lo que envidian, diseñan y difunden estrategias demagógicas cada vez más sofisticadas e incluso creativas.

Diseñar y construir una colección de arte contemporáneo, difundir el arte actual y ponerlo a disposición de la sociedad completa, debiera ser en una civilización avanzada una obligación semejante a la de dotar de libros una biblioteca. Difundir el arte actual, reflexionar sobre él o crear territorios que potencien su conocimiento debe ser un reto y un deber de las administraciones públicas. ¿Qué pensarán sobre nuestros políticos que tienen la encomienda de seleccionar entre lo que debe ser prioritario y sobre la sociedad actual, las generaciones futuras si no les hemos legado algo que ya debe ser considerado un patrimonio cultural obligado para entender el mundo y nuestra forma de pensar? Posiblemente pensarán que nuestra sociedad era muy limitada, temerosa y que tenía un escaso compromiso con el futuro pero además pensarán que hoy la cultura y el arte no se consideran un derecho sino un paréntesis del ocio.

Las administraciones públicas tienen por tanto el deber de crear colecciones y difundir el arte contemporáneo para que en el futuro existan huellas suficientes que faciliten la comprensión del pensamiento actual, así como los diferentes planteamientos estéticos y sociales, la cultura y nuestra forma de ver y entender el mundo. El arte es una de las maneras más creativas y significativas para lograr tal posibilidad. A través del arte la realidad se refleja como en un espejo, mostrando nuestras obsesiones y debilidades, nuestras preocupaciones e intereses siendo los temas quienes plantean precisamente todos y cada uno de éstos.

El Prado posee una de las colecciones de arte más importantes del mundo, la pintura flamenca e italiana… del siglo de Velázquez al XIX el arte europeo está ampliamente representado pero especialmente lo está el arte español gracias al compromiso de las monarquias españolas con el arte. Pero desde mitad del siglo XIX, desde el naturalismo europeo y el impresionismo, España dejó de adquirir arte de una manera sistemática y por ello hasta la llegada de la colección Thyssen-Bornemisza, las colecciones de arte de este país tenían grandes lagunas para entender en su conjunto toda la historia del arte. Esa ausencia de compromiso con el arte contemporáneo de cada momento del siglo XX ha provocado que en España a diferencia de otros países de nuestro entorno no tengamos colecciones importantes de arte contemporáneo. Quien fue visionario en cada momento ha sido quien ha pasado a la historia. Un ejemplo paradigmático fue Peggy Guggenheim quien con el apoyo de Max Erns construyó una colección de las vanguardias históricas que es modélica y envidiada ahora en todo el mundo como después lo ha sido la de arte minimal de los hermandos Panza, etc. Pero no perdamos de vista en los difícil es apostar cpor el arte cuando se hace y no cuando ya se tiene una perspectiva histórica.

La historia nos dicta que no hacer colecciones de arte contemporáneo en cada momento histórico hace casi imposible rectificar el error en el futuro. Las administraciones públicas y la sociedad entera no pueden permitirse tal error. El compromiso con el arte contemporáneo, aunque éste no se entienda absolutamente en el momento en que se hace, es un compromiso con la modernidad y con el futuro. Pero además es un síntoma de que nuestra sociedad, las empresas y las personas que la forman, tienen una salud tolerante y abierta. En el caso de las instituciones y las empresas que se comprometen con el arte actual además se dotan, con sus apoyo al arte de calidad, de un valor añadido que mejora idefectiblemente su imagen al vincularse ésta con la modernidad y cuanto ésta representa.

Fernando Francés